EL MONSTRUO
QUE SE COMIÓ LA OSCURIDAD

JOYCE DUNBAR y JIMMY LIAO

Lorenzo no podía dormir.
No le gustaba la oscuridad
que había bajo su cama.
Pensaba que podría haber
un monstruo escondido…

Y…
de hecho…
¡así era!

Había un monstruo minúsculo,
tan pequeño que casi ni se veía.

El monstruo sentía un gran vacío en su interior,
tenía hambre, ¡mucha HAMBRE!

Mordisqueó una pantufla
que había bajo la cama.
¡Puaj! ¡Horrible!

Le hincó el diente
a un cochecito de juguete.
¡Ay!
Se hizo daño en las encías.

Entonces vio algo
interesante.
Era una caja.

Miró el interior de la caja a través de un agujerito
minúsculo y vio que estaba llena de oscuridad.

Sorbió la oscuridad que había dentro de la caja hasta la última gota.

¡Deliciosa!

Ya no quedaba oscuridad.
No había ni aurora ni ocaso.
No había sombras y
apenas había sueños.

Sólo había luz.
Una luz cegadora e implacable.

El monstruo estaba en un planeta solitario,
le entristecía pensar que
se había comido toda la oscuridad.
Contempló la tierra, que también parecía triste
a pesar de su aspecto radiante.

Entonces el monstruo hizo algo asombroso.

Acunó al niño entre sus grandes y oscuros
brazos, que además eran muy suaves y sin un solo

pelo, y lo meció como si estuviera en
una cuna. Incluso le tarareó una oscura nana.

Lorenzo no tardó en dormirse. Igual que el monstruo,
que ya no tenía hambre. Ya no sentía ese enorme vacío
en su interior.

En lugar de eso, roncó y dormitó
con el niño en brazos.

Un monstruito minúsculo,

¡profundamente dormido en brazos de un niño!